domingo, 18 de mayo de 2014

Piecitos Inquietos

Era un día poco común, el helado aire de la madrugada entraba por la delgada línea descubierta entre la puerta y el suelo. Yo todavía en mi cama; y mi gato, poco dócil y grisáceo jugaba distraído con su cola, hasta que se percató de que lo observaba fijamente y entonces se dispuso a saludarme caminando suavemente por un lado de mi cuerpo hasta llegar a mis brazos y echarse a dormir allí.

Comencé a recorrer pausadamente cada rincón de la casa con mi mente, cosa que hago cada mañana al despertar, desde que tengo memoria, desde que los cansancios y preocupaciones de mis 82 años ya dejan de ser lo que era años atrás.

Todavía acostada en mi cama recuerdo que todo lo que debía hacer hoy en mi sereno hogar está terminado, hoy tengo el día libre y decido dormir un rato más.

Voy cayendo en una pequeña somnolencia que casi termina en la inconsciencia pero algo comienza a agitar la parte  inferior de mi cama, el gato corre asustado y yo despierto repentinamente. Para mi sorpresa mis pies parecen tener vida propia, ellos se mueven de un lado a otro recorriendo el ancho de la cama, ellos no están acostumbrados a quedarse quietos y descansando un rato más, ya que a esta hora deben estar caminando y moviendo mi viejo cuerpo para comenzar el trajín  del día. Entonces cierta magia me hace levantarme e ir directo a la cocina y prepararme un café claro, como todas las mañanas, y mi día poco común se convierte y vuelve a ser el habitual.

Autora: Laura Soto.

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